lunes, 26 de marzo de 2018

LA UNCIÓN DE AQUEL SANTO LUNES

Rubens, Fiesta en la casa de Simón el fariseo, ca. 1618-20

Honores de sepultura
vino a rendirle furtiva
mujer, en la comitiva
de los Doce, y ya se apura
a enjugar sus pies de pura
prosapia con sus cabellos,
que como hiedra son ellos
cuanto de anudar se diga
el amor y sus fatigas
al Autor de sus destellos.

Como en el Cantar la esposa
se derrama interrogando
a todos que dónde y cuándo
va a llegar Quien la desposa,
así su endeblez virtuosa
rinde el total sacrificio
y en un suspiro adventicio
y en una endecha que es brasa
llena de aroma la casa
y de nardo esponsalicio.

Y es tal la espesor del gesto
en garbo tan delicado
que a Evangelio predicado
se hará con él manifiesto,
pues vino a embeber su arresto
al que pronto manaría
raudales con su sangría
de gracia y perdón divinos
para volvernos condinos
de su suerte y compañía.

¡Ay del que vela la escena
con ojos de estipendiario
y echa cuentas de denarios
cuando el Sol marcha a Su pena!
Admiración de azucena
rendida al par que fragante,
con la color del semblante
muda a la faz del misterio
nos infunda Vuestro imperio
y Vuestro amor consonante.

Dadnos, Señor, en Betania
saciarnos de Vuestro trigo
al tiempo que el enemigo
llenó el campo de cizaña.
Nos guardad de la vesania
de olvidar Vuestro homenaje
que repare tanto ultraje
siguiéndoos fiel el rastro,
vaciado el bol de alabastro
de nuestras vidas en viaje.

Fray Benjamín de la Segunda Venida

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